miércoles, 23 de enero de 2008

Rakel Winchester - Nuevo Disco




El pasado domingo tuve la oportunidad de escuchar lo que va a ser el nuevo disco de Rakel winchester y aunque no era la mezcla definitiva, que esta ya a punto, me sirvio para comprobar los nuevos derroteros sobre los que se fundamenta su musica.
Asi, hoy me encuentro con una sorpresa en forma de correo electronico enviada por nuestro amigo Salvador Solis, que ya conocereis por su militancia en Expediente de Krisis alla por los 80 y mas actualmente por su buena labor como escritor y columnista.
Aqui reproduzco enteramente su articulo, que escribio ya hace un par de años en su columna habitual y aunque en el habla de su primer disco nos sirve de preambulo de lo que espero sea un exito, un nuevo 2º album grabado y producido enteramente en Córdoba por Rakel y un monton de buenos amigos que han colaborado en ello con toda pasion y buen rollo y que se vera perfectamente reflejado en la musica que contiene.
Mas detalles muy pronto. Ahi va el articulo! Gracias Salva y Rakel

El viaje de Raquel



El momento más dulce de la noche se producía cuando Raquel entraba en el bar. Te regalaba una sonrisa, que acompañaba de una piruleta, una gominola o un caramelo –también de obsequio-. Raquel, ya por entonces, y hablo de hace más de quince años, se adelantó a los atrevimientos de Madonna, a los diseños de Gaultier, y el sujetador se lo ajustaba por fuera. Llamativos sujetadores de llamativos colores. Las faldas muy cortas, a cuadros, medias rojas y ligueros. El pelo de Raquel rozaba las puertas, pero las puertas no podían con la verticalidad del pelo de Raquel; la laca cumplía con su misión. Por explicarlo de algún modo, Raquel era una especie de musa, o de hada cenicienta –en versión de La Bola de Cristal- de la Movida cordobesa –o movida, a secas, sin la majestuosidad de la mayúscula-. La suya era –la de Raquel-, y sigue siendo, una belleza extravagante y cándida, futurista y romántica, al mismo tiempo. Como sacada de una película de Tim Burton, Raquel recorría la noche cordobesa con una buena talega de chucherías bajo el brazo, en una recreación postmoderna y galáctica de los Reyes Magos.

La Movida cordobesa –o movida, que sus dimensiones no alcanzaron la de otros lugares-, creció y se desarrolló en torno a un grupo bastante limitado de locales nocturnos donde podías encontrar los discos de importación que pagaban a precio de oro los pinchadiscos –eso de DJ todavía no se estilaba- más célebres, así como los temas más vanguardistas que estaban surgiendo en el panorama nacional. Hablo de hace más de quince años, cuando como vampiros, por los horarios y por nuestras pintas –y hasta puede que por nuestras aficiones-, un puñado de jóvenes recorríamos la ciudad necesitados de escuchar a Bauhaus, The Cult, Gabinete Caligari o Los Coyotes de Víctor Abundancia. Suspiros de España, Varsovia, Kirofano, Swing o Sangre Española eran, entre algunos pocos más, los grandes templos de la Movida –o movida, según la intensidad del recuerdo- de nuestra ciudad. Sin llegar a convertirse en una gran tormenta que conectara y contagiara a la Córdoba de entonces, triste y callada, alejada de todo –como un icono lorquiano-, con los grandes cambios que se estaban produciendo en buena parte de Europa, y en punto muy concretos de nuestro país -Madrid, Barcelona o Valencia-, sí fue, al menos, una brisa que consiguió airear algunas alacenas.

La Movida cordobesa –o movida, que parece más cercana-, no tuvo su Pedro Almodóvar, tampoco tuvimos un Auserón, un Urrutia, un Hortelano o un Barceló. La nuestra fue una manifestación más de andar por casa, más limitada por la realidad de una ciudad empeñada en convivir eternamente con el pasado –y poco entusiasta con los cambios-. Aún así, auspiciadas por la camaradería nocturna y por el entusiasmo de los más atrevidos, en Córdoba surgieron algunas buenas bandas que, aunque ninguna de ellas ha soportado el paso del tiempo, sí supusieron en aquellos momentos una gran aportación para el rancio panorama musical de nuestra ciudad. Hablo de hace más de quince años, cuando Los Yacentes poseían una impresionante capacidad de convocatoria, cuando saltábamos al ritmo de Colectivo Paralelo, cuando nos deslumbraba el talento de Tarik y su Fábrica de Colores, cuando tarareábamos las canciones de Los Malditos. Por entonces, la realidad musical era bien distinta a la actual, en todos los sentidos. Las innovaciones no siempre eran bien entendidas; grabar una simple maqueta era una especie de milagro/sueño que sólo unos pocos conseguían; las tendencias estaban claramente diferenciadas y se mostraban a través de las antes denominadas –y extintas- tribus urbanas. Y Raquel, con sus piruletas, con sus llamativos sujetadores, y su sonrisa, ya estaba allí –como testigo y protagonista al mismo tiempo-.

La Raquel actual, la que se apellida Winchester, es difícil de entender y explicar sin conocer cuáles fueron sus inicios. La evolución y crecimiento de cualquier creador lo determina el presente, pero se configura a lo largo de los años. Muchos son los que se pierden en la incubadora. Raquel ha resistido, y ahora se muestra con una propuesta diferente, fresca y terriblemente divertida. Y se ha hecho acompañar de ilustres veteranos de la escena musical cordobesa: de Yonka, que es como una especie de Lou Reed a la cordobesa, y de Luiso -buen amigo-, que sigue siendo el Sid Vicius de La Corredera. El viaje de Raquel, en definitiva, comenzó hace muchos años, y en su transcurso ha sabido nutrirse de todos los estilos y tendencias, ha superado las modas. En su particular viaje, Raquel se ha detenido algunas veces, ha esbozado parte de que es hoy, hasta llegar a la Raquel Winchester actual: maruja y gamberra, transgresora y rumbera, sutil y diferente.