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El siguiente paso sería calibrar qué tipo de actividad cultural presenta la ciudad. Cuál es el contenido que se nos ofrece tras este atractivo envoltorio. En la actualidad, la oferta para el ciudadano no es escasa, si bien siempre se podrá y se deberá ampliar y mejorar. Instituciones y galerías de arte comerciales ofrecen de manera continuada exposiciones de calidad. Filmoteca, Orquesta de Córdoba, Cosmopoética, Eutopía, son nombres que están asociados asimismo a un producto bien hecho. Naturalmente, esto en sí mismo no es suficiente.
Una cuestión fundamental es la creación de infraestructuras culturales. Aquí encontramos uno de los principales problemas. En lo que respecta a las superficies expositivas, habrá que acudir a planteamientos museográficos que atiendan eficientemente a cuestiones tan básicas como la accesibilidad o la dignidad de la obra expuesta. El Centro de Creación Contemporánea de Córdoba C4 y el Nuevo Museo de Bellas Artes se erigen como los grandes proyectos que vendrán a suplir estas carencias, a lo que tendremos que unir la construcción de auditorios y otros espacios de usos diversos. Ha de tenerse en cuenta que de una capital europea de la cultura se espera que programe actividades culturales diarias durante todo el año en que ostente el título. Un ejemplo, Salamanca en 2002 construyó equipamientos como el Auditorio de San Blas, el Domus Artium 2002 y el Centro de las Artes Escénicas y de la Música, entre otros. Esta ha de ser la labor de nuestros representantes políticos, a quienes hemos comisionado para ello, pero... ¿qué podemos hacer nosotros?
La idea de las capitalidades culturales tiene como objeto crear un espacio cultural común en el que prospere el diálogo cultural, el conocimiento de las realidades históricas, la creación artística y la circulación de artistas y sus obras, en definitiva, todo aquello que redunde en beneficio cultural y en un aprovechamiento socioeconómico de la cultura. Es fundamental por tanto para este propósito el concurso del ciudadano, de todos nosotros. Y este aporte ha de ser impulsado esencialmente por una enorme fuente de energía: nuestra actitud.
La actividad cultural de una ciudad no se mide por el número de exposiciones programadas, ni por la calidad de éstas, ni por los artistas que concurren a sus auditorios o teatros, algo que, con ser indispensable, no es lo fundamental. Se trata de la respuesta ciudadana hacia la oferta cultural. La actividad cultural se mide por el número de ciudadanos que se impliquen en el desarrollo cultural de la ciudad. Esto no se ha de traducir simplemente en la asistencia a actos, algo por otra parte esencial, y en lo que evidenciamos grandes carencias, sino que nuestro aporte ha de comenzar por las cuestiones básicas en el aprovechamiento cultural de la ciudad.
En este sentido, la actitud de todos nosotros ha de comenzar por la correcta valoración de nuestro propio patrimonio cultural. El conocimiento de nuestros bienes y de nuestra historia nos hará valorar de forma positiva nuestro legado, y nos pondrá en disposición de conservarlo, protegerlo, acrecentarlo y traspasarlo a las generaciones venideras. El trabajo ha de empezar en casa y en la escuela. Son los jóvenes de hoy los que habrán de ser garantes de la protección del mañana. Un paseo por la ciudad, la visita a sus museos, a sus monumentos, conocer a los escritores, a los artistas, nuestro patrimonio, en definitiva, es lo que hará que lo valoremos positivamente.
La actitud, por tanto, es fundamental en todos nosotros de cara a ofrecer un producto creíble para el 2016. Una ciudad activa, en la que el ciudadano se implica en las iniciativas culturales, que demanda respuesta a sus representantes políticos, sólo es posible mediante una actitud convencida, participativa y, en definitiva, protagonista.