Apetece quedar con los amigos en Carrasquín, tomar la cerveza mejor servida y más fría, y asistir a un concierto de Blues, pero es lunes y el domingo ya tomamos un aperitivo en el Palacio de Orive de manos de Tony Mill y Tony Travé, que me sugerían una juventud pródiga y resistente, que se puede permitir salir también el Martes, y el Miércoles a la Corredera, que me pilla justo al lado. A lo que me refería, que en mi caso, al carecer de esa pila alcalina de veinteañero que no madruga, o actúas con moderación con "la espumosa", con lo rica que está y lo bien que sienta escuchando blues, o no te queda más remedio que elegir la noche de salida. Con esta excusa y con todo el dolor de mi corazón, me pierdo a los cordobeses, Krash Sierra, y Triblus, y decido ver a José Luis Pardo and The Mojo Workers.
Encima, me calienta una amiga diciéndome: ¿ a que no tienes coj...s de tocar? , y aunque llevo sin hacerlo desde "El Tío Paquito" ( 3 años), acabo atreviédome al bajo en un frenético light-speed blues, con los mismísimos Pardo, y su batería. Ésto sucedía después de que el argentino y su banda terminaran el show de la Corredera, y acudiéramos todos en peregrinación a la convocada jam que, se suponía, encabezaba "Paul Lamb" (Pablo Cordero para los amigos) en un conocido live-music café de la Espartería. Atestado y con polémica, la de un maltratado cliente y músico que ya no aguantó más la poca delicadeza de la camarera y que dejó a Fernando Fernan Gómez a la altura del tobillo, lo que prefiero eludir, pero no olvidar por tratarse de uno de la familia.
Aunque la culpa la tienen los músicos por llenarle el negocio altruistamente, hay que hacer notar la tacañería de la dirección, que alienta a los maestros a tocar y les exige el pago inmediato de tasas antes de nada y con prisas. En lenguaje de los signos, con el puño golpeando en la palma de la mano contraria: ¡Apoquina!
En fin, que, ¡¡ Estamos "servidos"!!
Peculiaridades de las que se entera uno conociendo a los músicos, organizadores del evento e insignes asistentes. Como el encuentro fuera del Góngora Café con Nako Goñi, que nos contaba a Carlos Rochi y a un servidor, lo que sentía mientras hacía el último bis, sabiendo que la Policía Local le estaba multando la furgoneta afuera en ese preciso instante. Qué buena armonía, la de ese músico, que después de arrancar el rosado ticket del parabrisas, aún sonreía, maldiciendo su suerte. Mientras, los organizadores posaban tranquilamente para nuestra atónita móvil-cámara antes de entregarles a Goñi un cordoban, que espero no dejara olvidado en cualquier sitio, con el agobio de la multa.
1 comentario:
estoy super de acuerdo contigo que la direccion del jazz cafe son unos autenticos racanos desprovistos de todo tipo de clase,y lo que mas me molesta es que la culpa la tienen los musicos,que acudimos como jilipollas a llenarle el bar con nuestro buen quehacer.ese bar se deberia llamar RACANON JAZZ TOFFE
Publicar un comentario
Mantén un tono de respeto y cordial.